Estoy
leyendo Nightmares & Dreamscapes,
un compendio de relatos cortos del escritor norteamericano Stephen King. Es la
segunda vez que tomo este libro después de dos largos años. Y, como siempre me
ocurre con las historias de King, entro definitivamente en uno de los mejores
universos ficcionales que conozco de la literatura.
Desde
niño me han fascinado las historias de terror. Siendo el menor de mis hermanos
conté siempre con un horizonte de imaginarios y figuras propias de las décadas
de los ochenta y noventa. Ví, hipnotizado, películas como Pet Sematary, The
Exorcist, Silence of the Lambs y entre la infinita banda sonora de mis primeros
años estuvieron Guns & Roses, Metallica, Nirvana, Alice in Chains y cosas
por el estilo.
Terminator
y un ejército de esqueletos cibernéticos custodian un ruinoso castillo en mi imaginación.
Allí, una especie de motor custom
está constantemente ensamblando ficciones y divagaciones, la mayor parte de
ellas sin sentido, que no son más que un tránsito por territorios que yo mismo,
mezclando material de la realidad y el sueño, he inventado.
Cada
vez que decido sumergirme de pies a cabeza en un libro de King es como si
viajara en un Chevrolet Malibú de 8 cilindros por una larga carretera hacia el
pueblo primigenio de mi infancia, a ese lugar placentero de la imaginación
donde, sentado al pie de monumentales bases de concreto onírico, en cómoda
oscuridad, puedo reconocerme en la arquitectura del sueño… y por tanto, de la
pesadilla.
Para
mucha gente, Stephen King no es un escritor “serio”. Cada quién tendrá sus
propias razones, pero en general dicen que escribe por dinero, es decir, que su
motivación está impuesta por el mercado. Apostaría a que, en su origen, esta
idea surgió de la más cochina envidia. Stephen King tiene décadas siendo un #1 Bestseller. Tanto en Estados Unidos
como en otras partes del mundo, obviamente en estas con menor intensidad. Pero
si nos basamos en la cantidad de lectores reales
que tiene, está claro que es un monstruo. Lo conocen en todas partes, y es
artífice directo e indirecto de nuestro imaginario colectivo. Es un escritor de
ese nivel. ¿En qué contexto es esto algo malo? Quizá en el ámbito de los
intelectuales, en específico aquellos que puedan considerarse conservadores, o
que se ocupan de cosas muy determinadas dentro de la noción de literatura, o
los llamados lectores profesionales (instrumentales, añadiría yo) que buscan
valorizar, legitimar y categorizar cada cosa que leen, etc. Pero ese no es el
tema. Lamento tener que considerar necesario el asunto a la hora de hablar de
un escritor tan comercial como este.
Una vez
apartado ese aspecto, libre de prejuicios e indignaciones en nuestra
sensibilidad estética, podemos apreciar verdaderamente una historia de Stephen
King.
Si se
lee en su lengua original el efecto fantástico se detona en su máxima potencia.
Sus personajes son muy reales, tienen voz propia, costumbres, culturas, modos
de pensar, criterios, perturbaciones y paranoias (cualidades, por lo demás, muy
delicadas de lograr en la literatura,
aunque sobre esto pueden abrirse también discusiones). Nada más empezar a leer Needful Things y es como estar en un bar
de Maine escuchando la historia de boca de uno de sus protagonistas, tomando
Jack Daniels y fumando L&M´s. This is
what we do little fellow –Pareciera decirme la criatura de Salem´s Lot, como si existiera
realmente, en mi cabeza. Como si estuviese siempre allí, en la combinación de
palabras, y al leerlas se despertara.
Se suma
el efecto capaz de atrapar a cierto lector y mantenerlo en trance por horas,
haciéndolo sentir cómodo aunque los escenarios sean recónditos, aterradores,
sórdidos y sangrientos. Porque si estamos allí, amantes del terror, viviendo
una y otra vez sus historias, es porque estamos a gusto. Lo disfrutamos… En mi
caso particular, puedo leer incansablemente The
Waste Lands o ver Misery hasta
morir.
Hay
mucho contenido en esas historias, además. En las que se consiguen en Nightmares & Dreamscapes, por
ejemplo, pasamos por las figuras clásicas del terror (como el vampiro, en The Night Flyer) enredándose en nuestra
dimensión moderna, transmutándose, dialogando con el imaginario colectivo de
nuestro tiempo, reinterpretándose, etc. Vemos también la típica máquina vintage
del viejo King ensamblando piezas como Chattery
Teeth, o You know they got a hell of
a band, las típicas perturbaciones y extremismos gringos en Dedication o en The End of the Whole Mess…
En
definitiva, este libro es una dosis de alucinaciones más o menos de medio kilo,
que es lo que pesa la edición en Paperback. No hay allí desperdicio, sólo la
agradable melodía de la voz auténtica que cuenta un cuento, y los adictivos
colores de una american horror story. Yo seguiré leyéndolo, seguro que de ese
jarabe macabro saldrán cosas buenas.