Me Rehúso a Elegir / por: Barbara Sher

Trad.: Delia C. Salazar

Me Rehúso a Elegir
Un programa revolucionario para hacer TODO lo que amas.

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Copyright: 2006, Bárbara Sher
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ISBN: 978-1-59486-303-5
1.       Auto-actualización (Psicología) 2. Toma de decisiones (Psicología) 3. Metas (Psicología)

A mi nieto Leo
Explorador, Amoroso, Aprendiz, Maestro, Guasón.
  


Desearía tan solo que alguien me zarandeara y me dijera exactamente qué hacer con mi vida. Detesto emocionarme por algo para que después algún amigo bienintencionado traiga a mi memoria todas aquellas cosas que he intentado, y fallado en el intento. ¿Utilizaré algún día todas aquellas cosas que están dentro de mí? ¿Sabrá alguien que estuve viva alguna vez?
Charlotte, una Scanner

A través del mundo entero se extiende un largo lamento del corazón del artista: ¡Sólo dame la oportunidad de hacer lo mejor que pueda!
Isak Dinesen

Contenido:

Agradecimientos
¿Eres un Scanner?
Prólogo

Parte Uno

¿Qué es un Scanner? ¿Eres uno de ellos?
Capítulo 1: Todo sobre los Scanners
Capítulo 2: ¿Hay algo malo conmigo?
Capítulo 3: Pánico de Scanner
Capítulo 4: Fobia al compromiso
Capítulo 5: Demasiado ocupada para hacer lo que amo
Capítulo 6: No puedo hacer NADA, a menos que pueda hacerlo TODO
Capítulo 7: No puedo comenzar
Capítulo 8: Nunca termino nada

Parte Dos

¿Qué tipo de Scanner eres?
Capítulo 9: Sobre los Scanners Cíclicos
Capítulo 10: ¿Eres un Doble Agente?
Capítulo 11: ¿Eres una Sibila?
Capítulo 12: ¿Eres una Malabarista?
Capítulo 13: ¿Eres un Scanner Secuencial?
Capítulo 14: ¿Eres una Especialista en Serie?
Capítulo 15: ¿Eres una Experta en Serie?   
Capítulo 16: ¿Eres una ‘Buena-para-Todo?
Capítulo 17: ¿Eres una Peregrina?
Capítulo 18: ¿Eres una Tanteadora?
Capítulo 19: ¿Eres una Indecisa de Alta Velocidad?

Epílogo: Tu mejor trabajo

Apéndice A: ¿Cómo se gana la vida un Scanner?
Apéndice B: Herramientas para Scanners

Agradecimientos

Muchas gracias a mi equipo de casa: Mathew Pearl, mi editor principal, quien es paciente, minucioso e inteligente, y me ayuda siempre a decir lo que quiero decir (y permite que lo entreviste, porque es un gran Scanner también), también a Andrea Reese (otra increíble Scanner) quien no sólo se encarga de todos mis otros trabajos, sino que lee los borradores y capta los elusivos errores que nadie más pudo ver. Andrea también es mi autoridad residente en esta materia por dos razones: primero, porque es una líder de Equipos de Éxito de primera categoría que ha trabajado con docenas de Scanners, y segundo, porque su padre es un afamado Buzo y su madre la Scanner más grandiosa que jamás he conocido. Siempre imagino ese hogar con una sonrisa en mi rostro. (Puedes leer más sobre estas personas en mi cartelera de actualidades en www.barbarasher.com.)

Muchas gracias a los muy útiles, trabajadores editores de Rodale, quienes demostraron indecible gracia trabajando bajo presión. Y siempre, un agradecimiento especial a my maravilloso agente de ICM, Kris Dahl.

También quisiera enviarles mis más sinceros agradecimientos, desde el fondo de mi corazón, a todos los Scanners que respondieron a mis cuestionarios, me contaron sus historias, y leyeron los primeros borradores de estos capítulos (¡Y a los pocos que dieron un paso al frente en un momento final de crisis para leer el último borrador!). No puedo hacer una lista con todos sus nombres, pero probablemente se encontrarán a sí mismos en alguna parte de las siguientes páginas (¡con los nombres modificados para proteger a los inocentes!). Ha sido una gran alegría trabajar con personas tan fascinantes.

¿Eres un Scanner?

“Nunca puedo apegarme a nada”
“Sé que debo enfocarme en sólo una cosa, ¿pero cuál?”
“Pierdo interés en las cosas que pensé me interesarían para siempre”
“Siempre me voy por la tangente”
“Me aburro tan pronto sé cómo hacer algo”
“Continuamente cambio de parecer sobre lo que quiero hacer, y termino no haciendo nada”
“Tengo trabajos mal pagados porque no me quiero comprometer con nada”
“No quiero escoger una carrera porque puedo estar equivocada”
“Creo que todos tenemos una misión en esta tierra; todos menos yo”
“No puedo prestar atención a menos que esté haciendo varias cosas a la vez”
“Dejo de hacer lo que estoy haciendo porque temo perderme de algo mejor”
“Estoy muy ocupada, pero cuando consigo el tiempo no puedo recordar lo que quería hacer”
“Nunca seré una experta en nada. Me siento siempre como en una clase de nivelación”

Si alguna vez te has dicho a ti misma estas palabras, lo más probable es que seas una Scanner, tiene una manera muy especial de pensar. Al contrario de aquellas personas que parecen conseguir un área de interés que les satisface, tus genes están conectados de forma que muchísimas cosas te interesen, y esto es exactamente lo que has estado intentando hacer. Ya que tu comportamiento es poco familiar –incluso turbulento- para quienes te rodean, te han enseñado que estás haciendo algo mal, y debes cambiar. Pero lo que te han dicho es un error- se han equivocado en el diagnóstico. Eres una criatura completamente diferente.

Lo que has asumido como una incapacidad para ser dominada por tu propia voluntad, es en realidad un don extraordinario. Eres la portadora de un cerebro notable por sus múltiples talentos, en un mundo que no entiende quién eres ni por qué te comportas en la manera que lo haces.

Y, a menos que sepas quién eres, ¡vas a concordar con ellos! Eso no sería sólo injusto y errado, también podría impedir que desarrollaras tus talentos e hicieras tu contribución al mundo. Las probabilidades son altas.

Identificarte con un Scanner significa cambiar la manera de verte a ti mismo en el mundo. El primer paso es entender que debes dejar de intentar encajar en la norma establecida ahora mismo, y comenzar a aprender sobre quién eres tú en realidad. Para ayudarte a construir ese futuro para el cual fuiste diseñada, necesitas una serie de instrucciones. Es eso lo que he intentado crear en este libro.

Bienvenida a una nueva manera de verte a ti misma… ¡Y felicitaciones! El jurado ha deliberado. No eres una aficionada ni eres superficial, te han encontrado inocente en virtud de una identidad equivocada. Ya ha acabado el juicio y eres libre para vivir la vida que estuviste deseando todo ese tiempo.     
Ahora toma un gran respiro y comencemos.

Prólogo

Debí haberme dado cuenta de que no era una estudiante normal durante mi primera semana de clase, cuando le eché un vistazo a los horarios y comencé a llorar.

Estaba compartiendo mesa con algunos amigos del bachillerato, todos neófitos, en un oscuro bar de la avenida Telegraph, justo afuera del famoso Sather Gate, la entrada al campus de la Universidad de California en Berkeley. Éramos cinco chicas, todas con dieciocho años e intentando actuar con tibieza al respecto de la gran jarra de cerveza que habíamos –legalmente- comprado. Estudiantes de mayor edad ocupaban otras mesas, todos se veían seguros de sí mismos, algo que nosotras posiblemente no podíamos hacer, aunque todos compartíamos la misma actividad: hojeábamos los horarios de clase, buscando las mejores para podernos inscribir antes que se llenaran.

¿Cuáles eran las mejores clases? Las que comenzaban tarde, las de profesores permisivos, o las mismas donde tus amigos se enrolaran. Esas eran grandes consideraciones.

Mis cuatro amigas se acurrucaron junto a mí y asimilaron el horario, intentando compaginar nuestros cursos para podernos ayudar mutuamente durante nuestro primer año en este nuevo planeta. Como todos aquellos que han sido aceptados en la Universidad de California, éramos todas suficientemente inteligentes, pero, según descubrí más tarde, mis amigas entendían bien cómo estudiar –algo que yo, de alguna manera, nunca había aprendido. Por esta razón ellas tenían una idea más clara de cuántas horas de trabajo serían necesarias para cada clase que tomáramos. A diferencia de mi, ellas conocían personalmente gente que había asistido a la universidad –a veces hermanos mayores o incluso sus padres- y sabían de primera mano que esta etapa era mucho más difícil que el liceo.

Mientras mis amigas revisaban el Horario –una pequeña revista en formato de periódico que enlistaba en la letra más diminuta posible dónde y cuándo se llevaban a cabo todos y cada uno de los cursos- yo leía un libro que, en una letra más grande y una marcha más pacífica, describía el contenido de todas las clases. En un Inglés fácil de entender, el libro describía los tópicos a ser tratados y los libros que se leerían durante el curso. No se parecía a nada que hubiera visto o imaginado antes. Podía sentir como mi mandíbula caía por obra de la sorpresa mientras leía una página tras otra.

Mis amigas estaban muy ocupadas hablando entre sí para darse cuenta al principio.
-          ¡No puedes inscribir Historia los martes a las 10, Mary Lee!- dijo una de ellas-  Tienes Sociología a esa hora.
-          ¿Realmente tienen clases a las 8 de la mañana?
-          ¿Por qué no inscribiste trigonometría en el liceo? ¡Te dije que sería más fácil!
-          ¿Por qué tenemos que inscribir Inglés para Tontos? ¿Somos las únicas tontas aquí?
Todas rieron y voltearon para incluirme. Pero yo estaba en otro mundo. Sin despegar mi vista del libro, comencé a hacer preguntas.
-          ¿Qué es una ‘lectura cercana’?- pregunté- ¡¿Qué es eso?!  ¡Esto habla sobre una lectura cercana a la literatura Rusa! ¿Qué significa?
-          No te preocupes, no tienes por qué inscribir eso- dijo una de ellas- Vas a entrar en Inglés para Tontos con Sarah ¿cierto? ¿Lo quieres los Martes o los Jueves?
-          Oh, Dios- murmuré, pasando las páginas aceleradamente- ¡Tienen Historia de la Música Occidental! ¿Van a tocar la música o sólo a hablar de ella? ¿Cómo enseñas Historia de la Música? ¿Debes saber leer música para entrar en esta clase? ¡Miren! ¡Antiguas Rutas de Comercio en el Asia Central! ¡Miren! ¡Los Áureos Duraznos de Samarcanda! ¿Dónde queda Samarcanda? ¡Quiero uno de esos duraznos! ¿O están hablando de una pintura? ¿La Geología de la Historia? ¡La Geología de la Historia! Escuchen: El Himalaya emergió del antiguo mar de Tethys; hoy en día, encontrado a casi 6 millas sobre el nivel del mar, se encuentran conchas marinas fosilizadas de más de 20 millones de años de antigüedad. ¡Voy a desmayarme! ¡Oh, Dios!

Había entrado en el universo del aprendizaje. Nunca antes me había sucedido algo como esto; nada me había preparado para este catálogo de descripción de cursos. Nunca había leído al respecto en novelas, y nadie nunca lo había mencionado. No podía respirar.

-          Así es la Escuela de Artes Liberales- dijo alguien mayor entre risas desde una mesa cercana, antes de volver a su libro, meneando divertidamente su cabeza.

La Escuela de Artes Liberales. Amé cada palabra de esa frase, aunque no estaba segura de su significado global. Muchos años después, estando en una tienda de libros usados, la encontré de nuevo mencionada en algunos libros que hablaban sobre el auge del aprendizaje en la Edad Media. Descubrí que, mientras Europa renacía tras la Edad Oscura, los hijos de los mismos bárbaros que habían conquistado Roma y casi destruido la alfabetización (muchos de ellos monjes, soldados, senadores e incluso emperadores) estaban enamorados del aprendizaje –locamente enamorados. Les atormentaba el deseo de leer los pocos libros que existían, y pasaban sus vidas intentando juntar las obras maestras perdidas de Grecia y Roma a partir de fragmentos citados en libros secundarios.

Los entendía. Estaba segura de ello. Si hubiera sabido cómo, yo también hubiese intentado convertirme en monje para dedicarme a copiar con reverencia los manuscritos como ellos lo hacían, casi como una manera de rezar. Decidí en ese momento que haría una copia a mano de cada libro que amara desde ese día en adelante.

Afortunadamente, olvidé esa meta. Descubrí tantas cosas maravillosas tras comenzar la universidad que cada resolución que tomaba reemplazaba la que había tomado el día anterior, y en realidad nunca copié un libro a mano, aunque amé muchos de ellos.

Pero en ese primer día leyendo el catálogo de cursos, esas palabras me conmovieron como a cualquier bárbaro atormentado por penetrar una librería medieval.

Mis amigas me estaban hablando, pero se me hacía difícil prestarles atención.
Levanté mi cara para mirarlas, y había lágrimas manando de mis ojos. Estaban sorprendidas y preocupadas.
-          ¡No llores! ¿Cuál es el problema?
Pero no podía responderles.
-          ¡No lo sé!- lloriqueé- ¡Estoy tan feliz de estar aquí!
Lucían confundidas. Una de ellas pasó su brazo sobre mi hombro.
-          .Eres una persona muy extraña, Bárbara- dijo con gentileza- No puedes inscribir ninguna de esas clases. Debes tomar los mismos cursos para principiantes que nosotras vamos a inscribir. Ahora vamos a enseriarnos, no vaya a ser que raspes antes de inscribirte.

Después de mucha deliberación, cada una de mis amigas inscribió 5 o 6 clases. Yo inscribí 10. Reprobé 5 de ellas y a duras penas pasé las demás. La universidad realmente era mucho más difícil que el liceo y, para ser honesta, no podía entender la necesidad de presentar exámenes. Para mí era suficiente descubrir que había tantas cosas fascinantes para aprender.

Después de algunos años logré calmarme y aprender la rutina, pero de vez en cuando, cuando un profesor decía algo lúcido e inesperado, algo que no podría haber deducido yo misma ni en un millón de años, volvían a llenarse mis ojos de lágrimas porque de hecho estaba aquí, en este universo insospechado donde la gente aprendía sólo por el amor a aprender.

Estando en una librería, meses después del incidente en el bar de Berkeley, encontré y adquirí un pequeño afiche, un grabado medieval en madera que representaba a un hombre subido a una escalera inclinada sobre un árbol, cubierto por un techo bajo y curvo. Su cabeza había atravesado el techo y miraba hacia la noche estrellada con el rostro admirado. Aún conservo ese afiche. Y aún hago de oyente en clases de cualquier universidad cada vez que puedo. ¿En qué materias? No importa, mientras el profesor sea bueno. Todas son interesantes.

Entonces ¿qué hice con mi esmerada educación universitaria? ¿De qué forma práctica utilicé el aprendizaje que había adquirido en los años que siguieron? No hice nada. Sólo amaba aprender y quería continuar haciéndolo.

No conseguí un trabajo con esa educación, ni tampoco hice nada práctico con las otras cosas que amaba. No escribí ni enseñé sobre lo que había aprendido. Nunca gané un centavo derivado de ello. Mi familia pensó que estaba loca, pero creo que, de igual manera, estaban orgullosos de mí.

Pienso que en algún momento sentí culpa al respecto. Me refiero a que alguna poesía que escribí parecía prometedora, pero nunca “le saqué provecho”, como dice la frase. Desde entonces he convertido en creencia que no siempre se debe utilizar las cosas que amas, y a veces ser práctico no es tan práctico. Ahora que he crecido me doy cuenta que todo ese delicioso entusiasmo paga tanto como un título en ingeniería o medicina, porque hace que recuerde cada día –cuando tomo un libro en las manos, o miro el canal de ciencia o intento leer un mapa de Asia sin una razón en particular- que la vida es fabulosa y uno puede maravillarse ante ella sin fin.

Me gusta pensar que en la oficina de inscripciones pensaron que mi admiración por el aprendizaje era loable, pero después de algunos semestres solicitaron que escogiera una carrera y cesara en mis intentos de entrar en cada una de las clases listada en el catálogo.

-          ¡Nunca te vas a graduar si sigues así!- me advirtieron.

Pero, ¿por qué demonios querría alguien graduarse? ¿Sólo para volver al mundo donde nadie decía nada y yo no podía descubrir las cosas por mí misma? Estaba muy contenta con la perspectiva de continuar así para siempre, y mis habilidades para estudiar estaban incluso mejorando. Mis padres no se quejaban ya que me pagaba yo misma mis estudios. En esos días las mensualidades costaban casi nada. El pago de la renta era barato. Mi trabajo de dos horas en un restaurante de hamburguesas durante el tiempo de almuerzo pagaba mis gastos con facilidad, y me mantenía agradablemente rellenita gracias a la comida que el jefe permitía que nos lleváramos las meseras, además de nuestro salario de 1 dólar por hora. Era un buen arreglo de sueldo.

Finalmente, escogí una carrera. Bueno, escogí dos. Primero escogí matemática, porque me arecía lo más asombrosamente bello que alguien podría aprender en este mundo. Pero se me hizo sumamente difícil aprender, y simplemente no podía encontrar ni un rastro de esa inefable y celestial cosa que intuía en ella.

Así que me rendí y escogí una más sencilla, antropología (en la cual ya había sacado unas cuantas A), y, con algo de desencanto, tomé el camino de calificaciones-graduación que todos los demás tomaban.

A lo largo de los años, cuando amigos o compañeros de estudios preguntaban por qué estaba asistiendo a clases, nunca podía explicarlo. Me sentía atrapada y un poco avergonzada. La opinión general era que los “eternos estudiantes” como yo eran vagos o inmaduros, no eran capaces de apretarse el cinturón, de hacer el “trabajo duro” requerido de la gente seria. Entendí entonces que lo que se esperaba de mí era que estudiase algo que me resultase útil a la larga, pero la sola idea de centrar mi enfoque y enterrarme en sólo un campo de estudio era deprimente. Nunca lo consideré con seriedad.

Y luego llegaron los años sesenta, y todo el mundo se relajó un poco. Crecí, y dejé de explicar mis motivos a cualquiera –y asistí como oyente a todas las clases que mi corazón deseara. También noté que estudiantes de más edad aparecían. Supongo que, como yo, tampoco dejaban de disfrutar el escuchar a esos profesores.

Adelantando muchos años, me había mudado a una fase totalmente distinta de mi vida. Aún tenía mis libros, y aún me colaba en clases cada vez que tenía la oportunidad, pero ahora era una madre soltera con niños que criar, y necesitaba una carrera. Los cursos de posgrado estaban fuera del panorama por una serie de razones –tiempo y dinero entre ellas- así que obtuve el típico trabajo que podías encontrar con sólo una licenciatura a finales de los sesenta: trabajar en programas de la Alcaldía para ayudar a personas de bajos recursos, adictos a las drogas y ex presidiarios, y lo disfruté enormemente. Eventualmente me hice una carrera a la medida gracias a algunas habilidades naturales para tratar a las personas, la experiencia que tenía de haber trabajado en el bar de mis padres, y mucha buena fortuna –me convertí en escritora y en algo que después se llamó “Entrenadora de Vida”.

Como entrenadora, comencé a notar clientes aquí y allá que me recordaban a mí misma tal y como era ese primer día en la universidad. Amaban demasiadas cosas como para poder escoger una. No querían parar de explorar, de probar, o de aprender, pero no dirigían su aprendizaje hacia una meta. Muchas veces eran brillantes, muchos tenían talento para más de un área, y les encantaba hablar sobre aquello que estaban haciendo en el momento. Era gente interesante, con mucha energía, básicamente, gente feliz. Lo único que les preocupaba era que tenían el mismo problema que yo adolecía en la universidad: se les hacía imposible escoger una carrera.

Y es así como me fui dando cuenta de que nos comportábamos de una manera distinta a la mayoría de las personas, quizá incluso estábamos diseñados de una manera distinta. Comencé a leer sobre personas famosas a lo largo de la historia, como Aristóteles y Goethe, da Vinci y Benjamín Franklin- personas cuyos intereses también se dispersaban por varios campos- para intentar conseguir alguna pista que me ayudara.

Averiguando en libros sobre sus diarios y cartas, noté algo extraño: ¡Ninguna de estas personas se apesadumbraba por no poder mantenerse enfocado en un solo campo! Revoloteaban de una materia de estudio a otra con absoluta libertad, y no parecían sentir culpa alguna si dejaban algún proyecto a medias (incluso cuando, como en el caso de Leonardo, habían sido remunerados por ello). Ya que estamos, ninguno de ellos se conformó con una carrera, ni tampoco se ponían a la defensiva o se disculpaban por ello. ¿Cómo hicieron eso? ¿Quién les dio permiso para meter las narices en cualquier cosa que les llamara la atención?

La única respuesta que encontré fue la siguiente: En su tiempo, nadie pensaba que había algo de malo en hacer de todo. No encontré evidencia alguna de que le dijeran a Aristóteles que estaba mal interesarse en tantas cosas. Franklin no estuvo a la defensiva, porque nadie le dijo que tenía que defender un punto. Goethe no sentía culpabilidad alguna por escribir novelas, y estudiar ciencias ópticas y hacer todo aquello que le provocara, porque nadie lo criticaba por ello.

¡Fue una revelación!

No había manera de reproducir el tiempo y el espacio en el que vivían, pero pensé que sería posible crear una comunidad flexible que ofreciera apoyo a la vez que una sensación de pertenencia, así que me decidí a ponernos un nombre: Scanners, porque en lugar de sumergirse en las profundidades de un tema de interés, indagábamos en el horizonte de nuestros intereses. Luego, en 1994, escribí sobre los Scanners en su total extensión en mi libro titulado “Podría hacer lo que fuera, si sólo supiera qué hacer”, y esperé a que saliera el libro. Deseé que pudiera hacer alguna diferencia.

Pero no esperaba el resultado.

Tan pronto como el libro estuvo publicado, comenzaron a llegar las cartas. Al principio, eran algunos cientos de cartas. Diez años después, su número creció hasta los miles, y seguían llegando. Casi todas las cartas decían básicamente lo mismo: “¡Soy un Scanner! ¡Qué alivio! Pensé que tenía una discapacidad/estaba tratando de sabotearme a mí mismo/ era vago/era superficial/carecía de carácter, etc.”

Las personas que me escribían se sentían muy agradecidas por haber sido descritos en términos positivos –casi siempre por vez primera. Durante años habían batallado para entender por qué eran tan distintos de sus conocidos. Habían pasado años de su vida confundidos y frustrados. Muchos de ellos habían acudido a terapeutas en busca de ayuda pero no podían seguir el programa que les asignaban para fijarse un rumbo y mantenerse en él. No podían entender por qué eran incapaces de escoger la carrera correcta, y una y otra vez describían el mismo patrón: cada carrera interesante que comenzaban se convertía pronto en insoportablemente aburrida. O no habían intentado ninguna porque, desde el inicio, no podían decidirse.

Los Scanners que no andaban en busca de carreras tenían igual cantidad de problemas porque tenían demasiadas posibles elecciones. ¿Deberían escribir, o viajar, o crear arte, o comenzar con un micro emprendimiento? No querían escoger una sola área; las querían todas. ¿Por qué no podían mantenerse interesados en algo por el tiempo suficiente para acabarlo? Todo lo que sabían era que no podían hacerlo bien, y con el paso del tiempo se convencieron de que estaban dañados de fábrica.

Pero tan pronto se vieron descritos en mi libro, ¡se encendieron las luces! Todo se veía distinto. Como escribió una persona: “No podía definir quién era, así que siempre asumí que estaba haciendo algo mal. Cuando leí sobre los Scanners, ¡supe que no era cierto!”

Me pareció obvio que había tocado una tecla. Estaba esparciendo la palabra, y los Scanners comenzaban a despertar a la verdad de que no había nada malo en ellos. El saber que su comportamiento era distinto –porque eran genéticamente distintos- explicaba tantas cosas que fue inmediatamente aceptado. Fue un comienzo excelente.

Pero ¿y entonces? ¿Dónde te entrenas para vivir como un Scanner? ¿Cuál es la carrera lógica para un Scanner? ¿Dónde están las marcas de guía en el camino de llevar una buena vida sin tener que cambiarte a ti mismo?    

Escuela para Scanners     

¿Dónde están las guías para los Scanners? Para ponerlo simple y llano (a menos que estén escondidas en alguna parte que aún no descubro) no existen. Si tienes una especialidad (por ejemplo geología o moda), existen carreras llamadas Geología y Diseño de Modas para enseñarte, hay consejeros guías para ayudarte a tomar decisiones, y hay reclutadores para contratarte. Hay organizaciones profesionales y libros y sitios Web que te ayudan a desarrollarte como geólogo o diseñador de modas o cualquier tipo de especialista que desees ser.

No hay nada de ese estilo para los Scanners. Si eres un Scanner, seguramente tomaste algún test de habilidades sólo para descubrir que tuviste alto puntaje en la mayoría de las categorías. Los consejeros de carrera no están entrenados para manejar tales resultados. Probablemente hasta ahora el mejor consejo que te han dado es “Puedes hacer cualquier cosa. Sólo escoge uno de tus talentos y comienza”.
Ese era también el peor consejo.

Sería igual que te hubiesen dicho, “no podemos ayudarte”, porque los Scanners no pueden elegir. Y ahora estás aprendiendo algo que la mayoría de aquellos guías de carreras no saben: no se supone que los Scanners elijan.

Hasta ahora estos hechos te han mantenido a la deriva: no tienes guía ni asistencia en este asunto de manejar tus diversos talentos. No hay una ruta académica que te entrene para utilizar de la mejor manera tu irreprimible curiosidad, ni para dirigir tu rápida mente a una especialidad multidireccional. En los negocios no existe ningún rumbo profesional ni títulos de cargos para el Scanner de múltiples talentos que puede-hacer-de-todo (esas personas a las que otros siempre recurren, y son valorados por ellos, aunque no tengan una etiqueta que indique quiénes son en realidad). La existente presión cultural para entrenar especialistas simplemente no está balanceada con algún plan para entrenar generalistas (por ejemplo, Scanners).

Pero debes comenzar por algún lado. Reuní todas las técnicas que he diseñado durante los años para ayudar a mis clientes Scanners, y también busqué más. Comencé discusiones especiales en internet donde los Scanners pudiesen compartir sus experiencias y apoyarse mutuamente. Comencé a ofrecer clases en llamadas por conferencia de forma regular, y diseñé y facilité talleres dirigidos a Scanners. Incluso aparecí en un especial televisado de una hora de duración para hablar sobre el tema. Lo que deseaba más que otra cosa era compartir lo que había aprendido con aquellos que lo necesitaban. Me convertí en una mujer con una misión, lo que no era realmente mi estilo. Pero, con cartas como esta, ¿cómo podía siquiera pensar en detenerme?

Debo comentarte lo emocionada que me sentí cuando leí tu descripción de un Scanner. Es exactamente lo que soy, y ahora estoy trabajando para balancear mi vida de tal manera que pueda expresarme totalmente.
Nunca me había dado “permiso” de NO buscar aquella ÚNICA profesión y merodear alrededor de las cosas que amo. Estaba intentando conformarme con la visión general de que hay un único camino, ¡y tenía que encontrarlo a los 18 años!
Pero comunicaste bien ese autorización, y has quitado un peso de mi corazón, permitiéndome mirar las cosas que amo desde una perspectiva distinta, con energías renovadas y, sobre todo, con una alegría que había estado asfixiada por la culpa durante años.
¡Gracias! Ahora tengo un título para lo que antes veía como lastre.
Estoy mirando mi vida de una forma distinta, y no sólo me estoy perdonando por ser una Scanner, ¡sino que lo estoy disfrutando!
Yo también me sentí atormentada durante años por no poder ser “estable”. Ahora sé que sólo soy una verdadera Scanner, y soy más feliz cuando puedo ser yo misma sin sufrir críticas.
Toda mi visión de vida ha cambiado- Gracias Bárbara, por tu consejo.

Así que me dediqué a construir un manual para ayudar a los Scanners a sobrellevar los obstáculos, encontrar maneras de hacer sus ideas florecer, y utilizar sus muchos talentos. En el proceso de escribir este libro me hice a la tarea de encontrar y conocer tantos Scanners como pudiese, y ahora he encontrado cientos de ellos. Son magníficos. Aman la vida, se emocionan con las experiencias nuevas, y son las personas más interesantes que podrías conocer. También son sumamente generosos y han compartido conmigo muchos tips y estrategias que han creado para solventar los problemas de logística que acarrean sus múltiples intereses. Incluso puedes haber desarrollado tus técnicas propias. Yo lo he hecho. Los Scanners son intuitivos y disfrutan resolviendo problemas. Pero la razón principal por la cual estas personas han tenido que diseñar sus propias soluciones era la ignorancia de que existían otros Scanners como ellos; no tenían a dónde ir por ayuda.

Creo que es por eso que los Scanners que conozco desbordan historias y experiencias personales: han mantenido todo adentro durante mucho tiempo. Hablaron de las heridas causadas por haber sido disminuidos, y la frustración por no poder satisfacer las expectativas de sus familias, así como la soledad por no ser comprendidos (ni comprenderse a sí mismos). Pero también han hablado sobre su curiosidad, su amor por el descubrimiento, y su deleite casi infantil al involucrarse en un gran proyecto. He incluido tantos extractos de sus cartas como han cabido, sin embargo desearía incluirlas todas porque resultarían inspiradoras, pero más que eso, pondrían una cara a otros Scanners y proveerían compañía: ¿no te gustaría leer sobre Scanners que se encuentran enseñando primaria y escribiendo música en Nepal, escribiendo libros o destilando cerveza, trabajando en el teatro, conociendo líderes famosos en Checoslovaquia, o tejiendo pueblos en miniatura para sus madres en los entretiempos de tocar en su propia banda de rock- después del trabajo, por supuesto.

Estas palabras podrían ser las primeras que has escuchado provenir de otros Scanners. Puedes descubrirte exclamando: “¡Así soy yo!” Eso espero, porque palabras afines como estas son las que los Scanners necesitan para encontrar el rumbo a casa. En territorio familiar, puedes comenzar a celebrar tu propia identidad y vivir la vida, sabrosa y plena, de la cual eres capaz.

Este libro es una vuelta a casa en lo personal para mí también. Es un hito que marca la compleción de un círculo en mi vida, comenzando con la principiante universitaria que lloraba de alegría al conseguir esas maravillosas materias en el catálogo hace tantos años, a la mujer madura que lee y escribe y viaja y se divierte con sus docenas y docenas de intereses. Y quizá sí le di un fin práctico a algo que aprendí en la universidad: descubrí lo que es sentir deseos de querer aprender algo y no tener a nadie quien me explicase cómo. En este libro utilizo esa experiencia para intentar entenderte y ayudarte.

Este es mi mejor esfuerzo para un manual de usuario para Scanners. En él, aprenderás quién eres y por qué siempre has sido tan diferente de aquellos que te rodean. Descubrirás exactamente qué tipo de Scanner eres –porque no todos los Scanners son iguales- y cuáles de los tips, herramientas, técnicas y patrones de diseño para la vida encontrados en estas páginas son correctos para ti. Cuando acabes entenderás qué es lo que te ha hecho distinta de aquellos quienes fácilmente encontraron su rumbo en la vida, y aprenderás cómo sobrepasar los obstáculos que te han detenido en el pasado. Finalmente, con tus brazos cargados de nuevas herramientas, serás libre de hacer aquello para lo que naciste: saltar a la acción y utilizar toda esa energía creativa dentro de ti para hacer el trabajo extraordinario del que eres capaz.

Para un Scanner, es la mejor diversión en el mundo.

Los Scanners como tú siempre han caminado entre nosotros pero, hasta ahora, pocos han descubierto que no son sólo una versión defectuosa de todos los demás sino una versión distinta de ser humano. A mi modo de ver, no te has descubierto hasta ahora. Será un honor para mí si resulto ser la primera en ponerte un nombre. Lo que encontrarás aquí es un programa completamente nuevo, el primero en su estilo. Es en parte rehabilitación para deshacer los efectos de años de malos entendidos y restaurar tu golpeada autoestima. Por otra parte es entrenamiento para que, como un piloto que aprende a manejar un avión de alta velocidad, ensayes cómo utilizar las aptitudes inusuales con las que naciste. Y, como los Scanners tienen que pagar la renta como todos los demás, también es en parte ayuda de carrera –cómo conseguir ese trabajo que no va a aburrirte, sino que te ayudará a mantener la vida que deseas vivir.

Así que abre tu mente, arremángate la camisa, y vamos a comenzar. No puedo esperar para ver lo que harás con ese hermoso cerebro tuyo una vez que se abran las puertas y por fin puedas adoptar tu velocidad y explorar este enorme mundo que tanto amas.

Parte Uno
¿Qué es un Scanner? ¿Eres uno de ellos?

Capítulo 1
(En proceso de traducción) 


  

5 comentarios:

  1. Wow! Mil gracias por la traducción. Qie felicidad encontrar esta información

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  2. Gracias por la traducción, espero sigas subiendo los capítulos por favor

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  3. me ha encantado! gracias por traducirlo- ¿como puedo ver los demás capítulos?

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