Hoy, la fascinación por la realidad me ha llevado a pensar en la
inacabable lucha de discursos que atormentan y angustian a los pobres habitantes de
esta ciudad. Me parece absolutamente maravilloso que esto sea así. Estamos
entrando a la madurez. En lo social, lo político, lo cultural. Día a día
nuestras nociones de identidad e individualidad, modo de ser y pensamiento,
libertad, realidad, verdad, son puestas a prueba frente a un macrocosmos de
ideologías, customizadas por cada una de las personas con las que convivimos.
Es inevitable salir a la calle y que todos estemos súper-informados
de lo que ocurre; infinitas versiones, en segundos. Obviamente las matrices más
poderosas son los medios de comunicación, en su abominable vastedad, gracias a
ese lado perverso que tienen. Polarizan, mienten, exageran, dramatizan y
envilecen las noticias que consumimos en masa al lado del puesto de
perrocalientes, empacadas en un rollo con la caja de Cónsul y, los más maniáticos, con un café y un bolígrafo detrás de la oreja (que son más que los aficionados
a los criptogramas y a las carreras de caballo). Esos se dan por enterados y
opinan constantemente, la mayoría ya de cierta edad, manifestándose dentro de
una ideología que es una mezcla un tanto agria y añeja (según el caso) de los
valores que hayan cultivado durante su vida.
Salimos a la calle y nos enfrentamos a ellos. Generaciones más
modernas confluyen con nosotros en las universidades y en los centros
comerciales. Su versión de la data es mucho más tecnológica, frágil y confusa.
Digo que hay un porcentaje significativo que no sabe qué es lo que pasa, ni
está en sus intenciones inmediatas enterarse. Simplemente sale a la calle y lo
bombardean de información referente a todo. Irremediablemente caemos en el opio
del consumo, cada quien con su dosis y estilo, pero todos estamos allí cautivos
de un producto, una mercancía que nos adormece. Entonces mucha gente joven, o
moderna, entiende lo que le pasa en relación estrecha y directa con los bienes
y comodidades que posea. ¡Qué se caiga lo demás mientras sean aseguradas
aspiraciones materiales! Es natural que sea así y nadie se asombra porque
estamos metidos de cabeza en la cultura capitalista. Aunque lo aceptemos en
menor o mayor medida, o no lo aceptemos, la vena está allí.
Todo esto que digo está más que discutido. Millones de millones de
libros dan su versión sobre el tema y cada quien tiene su propia opinión
formada.
Precisamente aquí en caracas están en ebullición. Y entran en
combate perenne entre ellas todo el año. La gente corre al metro bajo la lluvia
pensando en la situación del país. El tema pulula en las fiestas y
celebraciones. En las oficinas, en los apartamentos herméticamente cerrados, en
el autobús o en la Cherokee. Hay verdaderos destellos ideológicos que emanan
del pueblo. Luz, luz. Aun en la oscuridad, el sueño de la luz.
Llevamos sobre los hombros, como cúpula dorada de la imaginación, la
gesta heroica de nuestra independencia. Del lado que sea está allí, latente. La
adoran, la sueñan, la envidian. Ha despertado el tiempo del reencuentro con
esas figuras. Amor y odio en la calle, pura pasión. Cada venezolano reacciona
de manera distinta y poderosa frente a la imagen de Bolívar, como nuestro padre,
y de Venezuela, el auténtico paisaje venezolano, su música, su poesía, su
vivir, como nuestra madre. Quizá esto no sea considerado así entre los que
combaten con la idea del patriotismo, pero Bolívar y el paisaje original son
mucho más que patriotismo, creo yo. En la actualidad se desencadenan batallas
de discursos a toda hora y en cualquier esquina, motivadas por diferencias
estructurales, morales, filosóficas, religiosas, etc... aunque tal vez
articuladas de manera rústica, prosaica, material, pero constante en todos los
ámbitos del día a día, del discurso y la conversación (gracias a un lenguaje y
una conciencia de las cosas que están despiertos (y deslumbrados) porque
estamos en revolución.
Nuestra coyuntura social arde en fuego de creación. Sin lid y
ofensión ninguna cosa engendró natura. Se han visto casos de gente
desprevenida que es presa de la vorágine de conceptos, imaginarios, ideologías,
sin saber siquiera lo que pasa, pero inmediatamente puesta a fabricar su propia
explicación al respecto.
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